Genéticamente e inmunológicamente compatible: donar médula ósea, una oportunidad para dar vida

Anna Salomero Boix. Georg-Speyer-Haus. Institute for Tumor Biology and Experimental Therapy

Me gustaría compartir con vosotros una de mis experiencias más gratificantes, la donación de médula ósea. Con mis 18 años recién cumplidos, aproveché mi primera donación de sangre en mi provincia natal, Lleida, para registrarme como donante de médula ósea. Era un procedimiento muy sencillo y tan solo tuve que donar un poco más de sangre para formar parte de un registro internacional donde se registra la histocompatibilidad genética de los posibles donantes. La posibilidad de salvar una vida y así ayudar a una familia fue el factor decisivo por el cual me registré.

Casi 10 años después recibí la información de que era compatible inmunológicamente con un paciente que necesitaba un trasplante de médula ósea. En aquel momento estaba registrada como donante en España, en la Fundación Josep Carreras. Decidí seguir adelante con el proceso y pedí el traslado de mi expediente a la Deutsche Knochenmarkspenderdatei (DKMS) ya que actualmente vivo en Alemania. A mí se me olvidó hacerlo cuando me cambié de país, pero es importante estar registrado en el banco de donantes en el país de residencia y tener los datos de contacto actualizados. Me extrajeron otra muestra de sangre para analizar y confirmar el grado de compatibilidad. Recuerdo aquel mensaje de voz donde se me informaba que yo era la donante más compatible. Emoción, empatía, respeto, responsabilidad fueron sentimientos que inundaron mi cuerpo.

En torno a 1 de 4000 inscritos como donantes de médula ósea acaban siendo donantes efectivos. Yo formo parte de ese grupo reducido de personas. Concretamente, es el complejo de antígenos leucocitarios humanos (HLA) el que tiene que ser parecido entre donante y receptor para que el trasplante funcione. La función principal de este sistema es la regulación de la respuesta inmune ya que distingue las proteínas propias del organismo de las extrañas. Así, cuanta mayor identidad HLA entre donante y receptor, menor será el riesgo de que las células del receptor reconozcan a las nuevas como extrañas y las rechacen.

La extracción de médula ósea tiene como objetivo recolectar las células madre que residen en su interior y que serán responsables de restaurar las células sanguíneas del paciente. Hay dos procedimientos para extraer estos progenitores hematopoyéticos: a través de su colección desde la sangre periférica, y por extracción directamente de la cresta ilíaca. La donación de células madre por sangre periférica es el método más común, y requiere de la administración durante los días previos de un factor fisiológico de crecimiento que moviliza temporalmente las células madre de la médula al torrente sanguíneo. A través de una máquina de aféresis, se colectan estas células madre del donante. La donación de médula ósea de la cresta ilíaca consiste en la obtención de los progenitores hematopoyéticos del interior de la médula de los huesos de la cadera. La aspiración de la médula ósea se realiza en un quirófano bajo anestesia general o, excepcionalmente, bajo anestesia epidural. El donante tiene que permanecer inmóvil durante aproximadamente 1 hora boca abajo, así que administrando un anestésico general a través de una vena de la mano el donante queda relajado y dormido. Cuando el donante está anestesiado, se realizan extracciones de las dos prominencias óseas localizadas en la parte postero-superior de la pelvis. Estas punciones se realizan con unas agujas especialmente diseñadas para ello, y con cada aspiración se obtienen unos 5 ml de sangre medular, que contiene los progenitores hematopoyéticos. Al finalizar solo se observa un pequeño orificio en la piel que cubre cada cresta ilíaca. El donante es llevado al área de postanestesia para controlar sus constantes vitales, y posteriormente se le ingresa durante unas 24 horas para una mejor vigilancia.

Después de comprobar que yo era la donante más compatible, me informaron de que, en caso de querer seguir adelante con el proceso, debido a la enfermedad del paciente, la extracción de células madre tenía que ser por extracción de médula ósea de la cresta ilíaca bajo anestesia general. Tengo que admitir que sobre este procedimiento, por aquel entonces no tenía tanta información; era un territorio desconocido. Además, para mí sería un acúmulo de primeras veces: mi primera operación, mi primera anestesia general, mi primera noche en un hospital, y en un sistema sanitario distinto y con una actual pandemia de coronavirus. Tampoco conocía a nadie que hubiera donado médula que pudiera tener de referente. Así que decidí informarme acerca del procedimiento. Me tranquilizó mucho saber que se realizan punciones medulares bajo anestesia local en consulta médica para diagnosticar ciertas enfermedades de la médula ósea y del sistema sanguíneo. En mi caso, fue anestesia general porque se necesita de una mayor cantidad de médula ósea que la requerida para diagnóstico y, por lo tanto, estar en la sala de operaciones durante algo más de tiempo. Pensé que si en los pacientes eran habituales estas extracciones bajo anestesia local, sentiría yo menos incomodidad al ser anestesia general. Con la anestesia general el proceso de extracción es más llevadero y confortable, tanto para los médicos como para los donantes. Finalmente, era muy consciente que esto era muy importante para alguien y me atreví a seguir adelante con el proceso. La posibilidad de dar una oportunidad de vida a alguien superaba las inquietudes que tenía a lo desconocido.

Me realizaron varias pruebas médicas para verificar que mi salud era la adecuada. La extracción de médula ósea se desarrolló en Frankfurt am Main tal como estaba previsto, sin complicaciones. Por lo correspondiente de acuerdo con mi peso, se me extrajeron unos 700 ml de sangre. Esto no me preocupó en absoluto, ya que la función medular se regenera por completo en unas semanas. Por protocolo, pasé la noche en el hospital. Los días después de la pequeña intervención sentí un cierto malestar en la zona de la punción en según qué movimientos. Tengo claro que este malestar es leve y transitorio, y que los sentimientos que siento de satisfacción y de paz interior son los que predominan en mí y permanecerán en el tiempo. Cuando se me informó que mis células madre sanguíneas estaban siendo transportadas hacia el imparable, me sentí satisfecha, tranquila, aliviada, yo ya había completado mi parte en el proceso. Por el sentimiento que quizás –y ojalá– haya salvado una vida ha merecido la pena.

Mi agradecimiento más sincero es para mis amigas, amigos, y compañeras y compañeros del trabajo, que estuvieron a mi lado para escucharme y para calmar todos mis miedos, me apoyaron en mi decisión y me ayudaron. Durante una semana fue una buena amiga mía la mejor enfermera: se encargó de cambiar los pequeños apósitos colocados en los sitios de la extracción. Me siento muy feliz de haber tomado esta decisión y de haber vivido esta experiencia. Soy consciente que el receptor tiene un largo camino por delante. Le deseo mucha fuerza y mucha valentía para afrontar los retos. Deseo de todo corazón que su sistema inmune reconozca mis células como suyas y que éstas hagan su función correspondiente en su cuerpo para que así él se recupere. Es una experiencia muy emotiva que siempre recordaré.

Cuantos más donantes registrados, más probable es que un paciente que necesite trasplante encuentre a alguien con quien sea genéticamente e inmunológicamente compatible. Si queréis informaros acerca de la donación de médula, os recomiendo https://www.fcarreras.org/es y https://www.dkms.de .

Anna Salamero Boix


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